Las empresas tienen diferentes fuentes de financiación:
Recursos propios: desembolsos de los socios, remanente y/o reservas.
Recursos ajenos: créditos no financieros (proveedores) y créditos financieros a corto o a largo plazo.
En el apartado de los créditos financieros, bancarios, a las empresas y a los empresarios se les exigen garantías mayores que en el caso de los préstamos personales a la hora de conceder un préstamo. Esto es así por el riesgo que supone que ante una crisis del negocio o de la empresa los bancos no puedan recuperar nada del préstamo.
Esta sería una de las principales diferencias entre las personas físicas y las personas jurídicas. En el caso de personas físicas, como indica el Código Civil (art 1911): “Del cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos sus bienes presentes y futuros”. Por tanto la obligación de pago no se extingue. Sin embargo en el caso de personas jurídicas, de sociedades o empresas, la responsabilidad máxima que se asumirá está limitada al capital aportado. Debido a esto los préstamos que se negocian con las entidades de crédito suelen ser por cuantías limitadas, dependiendo de nuestro capital, y a devolver a corto plazo, por ejemplo a tres años y en su caso renovarlo.
Por otra parte, existen planes de ayuda para jóvenes empresarios, para mujeres, etc. El ICO ofrecen microcréditos sin necesidad de aval a quien presenta un proyecto.
Además, hay otras fuentes de financiación distintas de los préstamos bancarios a disposición de las empresas. Es el caso de los anticipos de crédito y descuentos comerciales, que permiten disponer por anticipado de nuestros derechos de cobro o de efectos comerciales (letras) no vencidos; el leasing o el renting, para disponer de los bienes que se necesitan pagando cuotas pero sin adquirir la propiedad (en el leasing hay opción de compra al finalizar el contrato); o el factoring, la cesión del crédito que generan las ventas de la empresa, siendo el banco titular de estos derechos y asumiendo los riesgos de cobro.